miércoles, 29 de agosto de 2012

CSI 2 Rabanal del Camino a Puente de Domingo Florez


Noche de mucho calor en el Albergue de Pilar, además sumado al elevado número de peregrinos alojados, las horas de descanso fueron mínimas. A las 7:20 me levanto, despues de estar un buen rato despierto por el frenesi de los peregrinos preparándose para marchar.







Desayuno con Manolo de Marin en el mismo albergue y nos hacemos unas fotos con la Sra. Pilar. Me despido de Manolo que está atareado con las calas. Me imagino que no lo volveré a ver, dado que pensaba ascender por carretera y yo por la traza original.



Despues de colocar toda la tecnologia a punto, inicio con un rodar suave, es muy distinto ascender sin equipaje que con él. Las tres veces anteriores que realicé este tramo ha sido de vacío. Voy pasando a los peregrinos caminantes con el saludo peregrinal "Buen Camino" y por sus respuestas intento ubicar su nacionalidad.




Foncebadon, vaya cambio desde la primera vez que allí estuve, 22 años atrás. De ser un pueblo 100% abandonado a tener albergues, casa de turismo rural y un restaurante. Moradores bien pocos, en realidad, todo dedicado al Camino.




A nuestra izquierda, el Teleno nos domina y vigila mientras se asciende. Curioso, esperando con temor una zona con mucha pendiente que recordaba cinco años atrás con Marcos, llegué a la Cruz de Ferro. Eso significa que no me costó tanto la ascensión con alforjas como me había imaginado. De hecho solo puse el pie en un punto para cruzar la carretera despues de Foncebadón, justo cuando pasaban unos peregrinos en bici por el asfalto y que alucinaron al verme atravesar la carretera desde el camino.






La Cruz de Ferro ya se divisa según me acerco y al llegar me sorprende la cantidad de peregrinos, ciclistas y caminantes, alrededor de la misma. El GPS me informa que estoy a 1.504 m de altitud. Disparo varias fotos a la Cruz y contemplo un curioso reloj solar en el suelo, así como observo la ermita con caminantes descansando bajo su sombra. Realmente hay un porrón de gente. Los ciclistas eran los que se hacían notar más, haciéndose fotos a diestro y siniestro con sus piedras y grandes exclamaciones y risas, mientras los caminantes se mostraban más discretos y reposando para reponer fuerzas perdidas por la larga ascensión.






En medio de aquella algarabía, tomé un par de piedras del suelo, chiquitinas, sin llamar la atención, una por cada hija, y sin acto místico alguno mientras me dirigía a tomar la bike, las arrojé de medio lado, como sembrando, sobre la base de la Cruz, a la vez que pensaba en un deseo para ellas en un momento en que todo pareció enmudecer a mi alrededor, como si estuviera solo.

La realidad con toda su algarabía retornó de repente, prevaleciendo sobre mis pensamientos, cuando una voz me pidió que disparase una foto a su grupo de amigos ciclistas. Una vez disparada, tomé la bicicleta y empecé a rodar mirando de soslayo la Cruz. Aquí acaba el momento íntimo y literario sobre el hito de la Cruz de Ferro en este Camino.



Comienzo el descenso, en principio el camino está preparado para minusválidos. ¿Dónde está mi senda divertida? Pero, la verdad, que hayan preparado el camino para todos está bien. No lo voy valorar ni positiva ni negativamente. Está bien así, aunque me alegró comprobar que solo está adecuado en torno a kilómetro y medio.




Como es sabido, el descenso definitivo no comienza en la Cruz de Ferro, ni tampoco el techo de altitud del Camino Francés es este lugar mítico, sino un poco más adelante donde nos encontraremos a 1.525 metros. Así se desciende un poco hasta Manjarín, donde compro a Tomás, el "último templario" algo de bebida y charlo con una peregrina bicicletera española, residente en Bélgica, que está con su primer camino desde Roncesvalles.



Retorno a la disciplina despues de despidirme y cuando me internaba en el camino para este ultimo ascenso, un ciclista que iba por la carretera me indica "por ahí no se puede ir!!!". Cómo???, si sabré yo si se puede ir o no, pensé yo. Como dice un amigo, es como si conociera todas las piedras del Camino.


Tanto es así, que apreté el acelerador, y mientras los peregrinos de carretera avanzaban, yo lo hacia más. Después llegó el descenso definitivo: un camino con buena pendiente hasta El Acebo con algo de piedra suelta. Solté el amortiguador y bajé el sillin. A fuego. No recuerdo que, sin alforjas, haya bajado tan rápido y con tanta precisión y control en este tramo. Serán los años de experiencia en las calzadas romanas ourensanas, tanto en ascenso como en descenso.

Durante el descenso, evitando la piedra suelta, dirigía mi rueda por esa micro-traza más limpia dentro de propio camino que los peregrinos generan en su caminar. Mientras se desciende se puede observar Ponferrada al fondo.




El Acebo ya está ahí abajo, a mis pies, solo queda un descenso no muy complicado pero muy pendiente en zig-zag. Ya en el pueblo, un sello en el albergue y a seguir descendiendo, esta vez, por asfalto hasta Riego de Ambros, donde me detuve a rellenar la mochila de hidratación en una fuente. Desde allí, hay que afrontar la temida trialera hasta Molinaseca. Control, control y control. Otra vez la experiencia en calzadas empedradas pudo sobre la trialera. Únicamente puse el pie en dos puntos, más que nada por ir solo y no saber como se comportaría en esa situación la bici con alforjas. Sin ellas, la resolución de la situación seguro que sería exitosa.

Molinaseca, un descanso con bocata jamonero a la vez que ordeno mis ideas. En esto, llegan dos peregrinos caminantes que adelanté cuatro kilometros atrás en plena bajada y me confirman que fui el único ciclista en subir y bajar por el camino. El resto, unos cuantos, me dicen haberlos visto por carretera.









En esto, llega Manolo de Marín, por lo que prolongo la estancia en el pueblo para salir juntos hacia Ponferrada e ir charlando un rato más. La traza ahora discurre por la carretera y nos separamos poco antes de Ponferrada cuando se toma un camino a la izquierda, él sigue por el asfalto y yo por camino. No fue un adiós definitivo porque en Ponferrada nos volvimos a encontrar por ultima vez.



Ese camino, desviandose a la derecha unos 200 metros podemos encontrar una auténtica fuente romana, la cual visito por segunda vez haciendo Caminos de Santiago. Unas pocas de fotos desde varias ángulos y prosigo mi camino hasta llegar a Puente Boeza, lugar desde donde se inicia la derivación del Camino de Invierno, si bien me voy al centro de Ponferrada para hacer unas fotos del Castillo del Temple, recabar información en la Oficina de Turismo y comprar un poco de comestibles, ya que a partir de ahora los lugares donde comer serán algo escasos.




























Regreso sobre mis pasos hacia Puente Boeza ya para seguir el Camino de Invierno, abandonando definitivamente el trazado del Camino Francés.




Inicio en ascenso bordeando el monte Pajariel, dejando el valle bien abajo y bien verde que está el Bierzo. Se pasa por Toral de Merayo y Priaranza del Bierzo, con arquitectura popular y entre viñedos y alguna que otra cuestina donde hay que detenerse a tomar resuello y empujar un poquitín la bici.





Hace calor y decido comer en Santalla, según la Oficina de Turismo hay lugar de comidas. Yo no lo encontré y menos mal que una amable camarera me hizo un bocata choricero con lo que tenía para los pinchos para los clientes. Interesante el Mirador de Santalla que ofrece buenas vistas del valle.




Después de Santalla, la traza nos lleva a la ermita del Carmen, donde se enlaza con la carretera en un tramo de 5 metros donde hay que subir literalmenter la bici al asfalto, por el buen desnivel que hay. En este punto, se puede seguir directamente por camino a Borrenes, que sería lo más lógico en una peregrinación, o desviarse hacia la montaña por el llamado Camino del Retorno llegando a Villavieja mientras se contempla en su ascensión el Castillo de Cornatel, más en plan turístico y recomendado por las webs, pero no para ciclistas.

Evidente que tomé la senda del Retorno. La ascensión es dura pero asequible en casi toda su extensión con buena forma física, deteniéndome a veces para salvar algún tramo poco ciclable o para tomar fotos del castillo, allá arriba en su atalaya.





Villavieja y su fuente de agua fresca al lado de una casa de turismo rural. Allí, ni Jesús perdió la sandalia. Subimos un pelin más entre castaños centenarios por una senda magistral. El sacrifio bien merece la pena, siendo muy recomendable seguir esta variante.













Ya arriba, al lado del castillo, toca bajar y rapido por asfalto hacia Borrenes. Los estragos del verano con su sequedad y, muy posiblemente, ayuda de alguna mano "inocente" se hace palpable en el paisaje: zonas calcinadas camino hacia Borrenes, una verdadera pena. Una vez llegado a este pueblin, me tomo un refrigerio antes de ascender a Las Medulas.





Se toma el camino real, que va a dar a la carretera que sube a Las Médulas, para cruzarla y tomar otro sendero que al final acaba muriendo en la misma carretera, y que será por la que rodaremos hasta llegar a este espacio Patrimonio de la Humanidad. Allí llego yo, y sigo haciendo una derivación por las sendas que llevan a las cuevas de los yacimientos auríferos romanos.






Auténtica obra de ingeniería romana de extracción de oro: excavaban unos túneles mediante un sistema de canalización del río, haciendo pasar el caudal de agua por los túneles para arrancar las paredes de éstos, y ese agua con lodo mezclado de oro y tierra era canalizada hacia unos lavaderos donde separaban el oro para transportarlo a Roma.





Una vez acabada la visita rápida y despues de un pequeño repostaje en el propio pueblo de Las Médulas, abandono este lugar por otro camino real en ascensión hasta el alto de Las Pedrices, con buenas vistas de Las Médulas. Una vez allí, es un descenso rapido por pista por el valle de Valdebria con las montañas dominando el paisaje y luego se toma otra pista que nos desciende por el valle del Cabrera hasta Puente de Domingo Florez, con increíbles vistas.

En Puente doy por finalizada la etapa con casi 80 kms. encima y más de 1.500 metros de acumulado.





Descanso merecido en Hostal La Torre, homenaje en la cena con un mencia de calidad. Como la botella, la pago entera y no la tomo toda, se viene conmigo de Travesía, aunque ni creo que llegue a Finisterre.


Balización del Camino de Invierno: la señalización es discreta alternando postes verticales con las marcas amarilla/blanca, a modo de ruta de senderismo tradicional, con los clásicos mojones con la vieira en la parte superior. Flechas amarillas, pintadas en cualquier parte, no se ve alguna salvo la de los mojones.










Datos Garmin 62S

Distancia: 78,20 kms.
Duración: 11:57:46
Tiempo detenido: 3:37:51 incluye fotos y descansos para repostar
Velocidad media en movimiento: 9,4 km/h
Velocidad máxima: 58 km/h

Ascensión acumulada: 1.597 m.
Descenso acumulado: 2.299 m.
Altitud máxima: 1.521 m.
Pendiente máxima: 20,8%
Pendiente mínima: -21,2%
Pulso medio: 106 p/m
Pulso máximo: 177 p/m







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